Chile un Estado fallido

Publicado originalmente el 06 de Diciembre de 2009

  La aplicación por parte del Estado chileno de la Ley Antiterrorista, necesariamente lleva a cuestionar la real existencia de grupos terroristas en territorio nacional. Ya sea por la presión de ciertos sectores económicos y políticos, o por la necesidad del gobierno de presentar como un golpe de autoridad la invocación de dicha norma, es necesario realizar algunos alcances y exponer los presupuestos y consecuencias de la aplicación de normas jurídicas excepcionales en conflictos sociales.
  El concepto de terrorismo es de larga data, y sintetiza de un modo general, la aplicación del terror para la realización de diversos fines. El terror como medio es en esta orientación la formula utilizada para lograr objetivos políticos, económicos, etc. Sin embargo, hoy no es posible hablar de terrorismo sin considerar la especificidad del término, principalmente luego de los atentados de Septiembre de 2001 en Estados Unidos.


1.- Terrorismo y Enemigo Interno, algunos alcances desde la Guerra Fría hasta la actualidad.

  Tras los atentados del 11 de Septiembre de 2001, en Estados Unidos se reeditó, para muchos, la lógica del Enemigo Interno, concepto dejado atrás después del término de la Guerra Fría. En esa dirección hoy en día los parámetros de este nuevo enemigo están dados por la definición de lo que actualmente se denomina Terrorismo.
  Actualmente, principalmente desde los medios, se ha señalado entre otras causas del terrorismo internacional, la globalización del mundo producto de los avances tecnológicos, los cuales han proporcionado a estas agrupaciones la capacidad de intercomunicarse, y de crear una interrelación que les provee de una logística capaz de dar certeros golpes como los producidos en Nueva York y Madrid. Sin embargo, cabe preguntarse, ¿cómo podría haber afectado la Guerra Fría a Latinoamérica si es que no existía en ese momento un nivel de globalización como el existente hoy?, la respuesta es que la globalización no es un fenómeno nuevo, y tampoco lo fue durante la Guerra Fría, que el marxismo internacional tuviera, según la propaganda estadounidense, un plan de dominación mundial, el cual contemplaba una interrelación comunicacional entre los diferentes puntos del globo, nos muestra que esto no es exclusivo de la actualidad.
  Durante la Guerra Fría el Enemigo Interno, identificado como un Otro radical, se le atribuía, entre otras características, el ser un instrumento del marxismo internacional dirigido por la Unión Soviética, y que aunque era posible señalarle bajo una nacionalidad, esta era solamente una fachada para lograr la infiltración, producto de que estos individuos carecían de todo elemento característico de quien posee una nacionalidad. Es en este punto donde es posible reconocer una primera distinción, el fundamentalismo islámico es un elemento cultural constitutivo de una Nación.
  La Nación como concepto posee una serie de elementos culturales que pueden dar fundamento a su formación, entre estos la religión. Por esta razón, no es posible señalar que quienes desarrollan acciones suicidas no posean una Nación particular, es más, tampoco podría señalarse drásticamente de estar al servicio de uno u otro país. Esto neutraliza de manera drástica la analogía con el supuesto accionar del marxismo durante la Guerra Fría, el cual solamente necesitaba de una concientización de masas, o de un proselitismo fundado en el ofrecimiento de una mejor condición de vida en una sociedad sin clases. Este criterio de análisis ya no es posible de utilizar para identificar a quienes promueven o siguen una cosmovisión fundamentalista, ni a quienes serían el blanco de dicho discurso. Por otra parte, como antitesis de los valores occidentales, al marxismo se le acusó sistemáticamente de ser la expresión misma y casi demoníaca del ateismo más extremo. Hoy sería imposible señalar que el nuevo enemigo es ateo, ya que su razón de ser, actuar y existir es una religión, particularmente el Islam.
  En otro plano, el Enemigo Interno en su versión Guerra Fría, estaba al servicio de la Unión Soviética, esto, porque la finalidad era convertir a los países del bloque occidental en satélites de dicha potencia, lamentablemente para quienes hasta el día de hoy le atribuyen al marxismo capacidades casi sobrenaturales, la caída de la URSS significó que las fórmulas de neutralización de los elementos marxistas, en el interior de los países occidentales, no posean efecto en quienes hoy se señalan como la nueva amenaza al orden mundial. El marxismo utilizó, bajo los conceptos de la Guerra Fría, de las desigualdades sociales producidas por el capitalismo, siendo el Desarrollo una de las fórmulas de neutralización de la amenaza roja, pero el desarrollo económico, político y social, hoy en día poco y nada influye en el riesgo de ser considerado blanco de ataques con carácter terrorista, de hecho, los dos blancos en los cuales a cabido participación de elementos de Al Qaeda, han sido del primer mundo (Estados Unidos y España).
  Las naciones subdesarrolladas no serían por su condición económica, político y social, un blanco predeterminado bajo los criterios de los movimientos fundamentalistas islámicos. Incluso bajo los parámetros en que se mueve hoy el concepto de desarrollo, principalmente en la capacidad de adquisición y de producción tecnológica, en el caso de los países del primer mundo, o en el de adquirir tecnología como es el caso de los países subdesarrollados, los países que participan del denominado Eje del Mal, son un muy mal ejemplo a seguir, si consideramos que rechazan todo lo que diga relación, por lo menos en su discurso, de los ideales de desarrollo de las naciones occidentales. En esa dirección el fundamentalismo islámico no sería una alternativa de desarrollo al capitalismo, como en su momento lo fue la Unión Soviética o el Marxismo como ideología directriz.
  Uno de los elementos que orientaba la conducta de la URSS, según la propaganda occidental, era un expansionismo con carácter mundial, para ello su “profesional y experimentado equipo propagandístico”, introducía en los países catalogados como objetivos, los medios para seducir a las masas con el fin de que adhirieran a los ideales del marxismo soviético. Por el contrario, los elementos discursivos proporcionados por el líder de Al Qaeda, tienden a señalar la nula intención de exportar sus principios al bloque occidental, es más, sus ataques a la población civil tanto norteamericana como española demuestra que, o están asesorados muy mal políticamente, o el enemigo occidental no debe ser conquistado sino destruido, es en esta segunda alternativa en la que constantemente se sitúan las declaraciones de los lideres de dichos movimientos. En consecuencia, más que crear un sentimiento de representatividad en ciertos sectores sociales, el fundamentalismo crea un rechazo generalizado, esto producto de que la amenaza a ser víctima de dichos ataques no distingue credo político o condición social. El secuestro de ciudadanos europeos y norteamericanos, y su posterior decapitación, generó en el interior de los países involucrados en la invasión a Irak, un movimiento de rechazo que solidarizaba con las víctimas, y reprochaba la participación de sus gobiernos en dicha invasión y, en ese mismo nivel, un rechazo total al actuar de los secuestradores.
  Ahora bien, cabe preguntarse, ¿cuales serían las condiciones necesarias para la formación de movimientos fundamentalistas?. En primer lugar, es necesario un adoctrinamiento que cruza la vida del individuo desde su niñez hasta su adultez. Para ello el contexto social debe propender a la profundización de los valores inculcados desde la infancia, con el fin de crear en el individuo una estructura de elaboración del pensamiento que le permita concluir como “normal”, por ejemplo, el inmolarse en un acto determinado, es decir, transformar en sentido común conductas que solamente son posibles de desarrollar bajo condiciones socioculturales ajenas, totalmente, a las condiciones ofrecidas por los sistemas político sociales de occidente. Por esto, la identificación de quienes puedan ser posibles adeptos a esta cosmovisión, se hace extremadamente más factible que en el caso de un Enemigo Interno versión Guerra Fría. El peligro de caer en una caza de brujas es enorme, sin embargo, un exhaustivo análisis de los ciudadanos sospechosos permitirían su identificación de forma más rápida que a un ciudadano corriente, no por características físicas, sino porque las condiciones para formar un fundamentalista sólo se dan en ciertos sectores del globo, y significan un proceso de aprendizaje que se mantiene el suficiente tiempo como para determinar, para un observador experimentado, el grado de influencia de dichas concepciones en el individuo. Aunque ningún sistema de inteligencia o seguridad logró identificar a tiempo a los secuestradores de los aviones que atacaron las torres gemelas, esto fue directamente producto de la negligencia de los organismos dispuestos para tales propósitos, más que de la capacidad de actuación de los perpetradores. Caer en la generalización bajo los parámetros que ofrece el gobierno estadounidense es casi una consecuencia lógica, lo cual desemboca en una estigmatización sistemática de ciudadanos extranjeros en cualquier parte del globo.
  El concepto de Enemigo Interno, bajo el contexto de la Guerra Fría, llevaba consigo una premisa que proporcionó el fundamento de dicha noción, este era, el considerar enemigo a un compatriota, es decir, la posibilidad cierta de que las Fuerzas Armadas consideraran un peligro de Defensa más que de Seguridad a los ciudadanos de la propia nación a la cual pertenecían. Esta cosmovisión militar se daba por el supuesto de que el marxismo instruía en materias de insurgencia a la población cooptada por su propaganda, lo cual significaba el declararse leal no a su patria, sino a los intereses de la Unión Soviética y sus satélites. La idea del combatiente insurgente, sobre todo en Latinoamérica, era la imagen de un Fidel Castro, Che Guevara o de un combatiente del Vietcong, aquel individuo que luchaba contra el imperialismo capitalista con el fin de instaurar un régimen comunista, en pocas palabras, el combatiente irregular marxista buscaba el derrocamiento del régimen existente hasta ese momento en un país determinado, con el propósito de instaurar un gobierno acorde con las directrices del Partido Comunista soviético, de ahí, la oposición factual que realizarían las Fuerzas Armadas en el plano interno. Sin embargo, hoy no sólo a quedado sin fundamento el considerar a un compatriota enemigo, sino que no cabría tal posibilidad debido a que bajo las características del enemigo de la llamada Guerra contra el Terrorismo, este no busca la toma del poder, por lo tanto, las Fuerzas Armadas no podrían argumentar, como justificación de una intervención militar en el plano interno, que “evitaron” una guerra civil o la transformación del país en satélite de alguna potencia extranjera. La cantidad de elementos fundamentalistas en este sector del globo, es demasiado reducido como para pensar siquiera en un conflicto bélico de corte irregular, o en una escalada que significara una guerra civil. No olvidemos que los atentados del 11 de Septiembre de 2001 fueron desarrollados por no más de 10 individuos, si bien pueden hacer caer un gobierno, difícilmente podrían tomárselo.


2.- La concepción actual de Terrorismo.

  Actualmente el concepto de Terrorismo lleva aparejado una serie de características que lo hacen complejo en su aplicación, principalmente por los requisitos que se deben cumplir para la existencia del mismo. En esta dirección, desde la disciplina histórica hasta las doctrinas de Defensa emanadas desde Estados Unidos, las coincidencias sobre los rasgos peculiares de este concepto llevan a asumir una serie de problemas colaterales que necesariamente deben ser asumidas al momento de aplicar una normativa penal especial como es la de delitos antiterroristas.
  El terrorismo hoy en día, y tras los atentados del 11 de Septiembre de 2001, se enmarcan dentro de lo que se denomina, desde la doctrina norteamericana, como Guerras de Cuarta Generación, las cuales poseen una serie de características que las diferencian de sus predecesoras. Uno de los elementos constitutivos fundamentales de este tipo de conflicto es la perdida por parte del Estado del monopolio de la guerra, siendo el elemento cultural la principal causa para este tipo de enfrentamientos. Se ha querido señalar que el enemigo común para la sociedad occidental cristiana es el Islam, todo esto amparado teóricamente a partir de los postulados de Samuel Huntington y su “Choque de las Civilizaciones”, esta reinterpretación de la formula de la Guerra Fría y su choque Este-Oeste, conlleva también una reformulación del concepto de Enemigo Interno, el cual ahora considerará a la inmigración un elemento tan peligroso como la invasión del Ejército de un Estado, el multiculturalismo será la característica que puede significar para un país entrar en un conflicto de Cuarta Generación. Esta segunda formula fue la desarrollada en el texto “¿Quiénes somos?” del mismo Huntington, representante de los sectores más conservadores de la sociedad norteamericana.
Paralelamente, esto conlleva algo más pronfundo, y que se englobaría en la crisis mundial de legitimidad de los Estados o lo que comúnmente hoy se denomina Estados Fallidos.
  Según el Foreign Policy, en Sudamérica países como Perú, Bolivia, Ecuador, Colombia y Venezuela se encontrarían bajo la denominación de Estados Fallidos en un nivel de peligro, esto por la rearticulación de grupos armados, o por la imposibilidad del Estado de desarrollar sus funciones administrativas en su territorio, entregando esa función a privados sin ningún tipo de regulación, tanto grupos como caudillos se encargarán, por ejemplo, de la administración de justicia, en otros casos, la autotutela volverá a ocupar el espacio no cubierto por el Estado o lo que queda de él. El fracaso de Estados Unidos y sus aliados en los conflictos de Irak y Afganistán, es en gran medida producto de que estos destruyeron los estados en dichos países, dando, absolutamente, todas las condiciones para el desarrollo de grupos insurgentes o irregulares que se desarrollan bajo las características de las guerras de Cuarta Generación, es en estos casos una vuelta a conflictos desarrollados en etapas preestatales.
  El siglo corto como llamó Eric Hobsbawm al siglo veinte, no sólo tuvo como característica los dos conflictos mundiales, sino que también el que la delgada frontera entre los conflictos entre los estados, y los conflictos al interior de los mismos se hiciera sumamente difusa. Las guerras civiles y los conflictos internacionales fueron el reflejo de la nueva conformación de los estados tras la disolución de los imperios. Principalmente luego de la Revolución Rusa, la intervención en política interna de otros estados por parte de terceros, se tornó común hasta la actualidad. Paralelamente, también dejó de estar clara la frontera entre la guerra y la paz. Posteriormente a la Segunda Guerra Mundial, la definición tradicional de guerra quedo inadecuada ante la nueva etapa que se abría con la Guerra Fría.
  Paralelamente, la incapacidad de todos los organismos internacionales para controlar y resolver los conflictos internacionales armados, es una característica hasta el día de hoy, incluso cuando una sola superpotencia se arroga dichas facultades. Solamente los estados nacionales han demostrado tener las herramientas para efectivamente ejercer un poder real, lo cual va aparejado con una nueva problemática en el plano bélico. En el siglo veintiuno, la guerra ya no transcurre en un mundo dividido en áreas territoriales bajo la autoridad de gobiernos que poseen el monopolio de los mecanismos del poder público y de la coerción. Los instrumentos materiales para desarrollar la guerra ahora están al alcance de grupos privados, al igual que los canales de financiamiento que hasta hace unos treinta años, según Hobsbawm en “Guerra y Paz en el siglo XXI”, sólo podían ser cubiertos por los estados, cambiando con esto los equilibrios entre las organizaciones estatales y no estatales, en la misma línea expuesta en un principio, el Estado pierde en este caso el monopolio de la guerra.
  La actividad terrorista en el siglo veintiuno a logrado dar certeros golpes al aparato estatal de países como Estados Unidos o España, gracias a la utilización de los medios entregados por el desarrollo tecnológico, el uso de esta para lograr coordinadamente el accionar de diferentes células, así como la posibilidad de lograr atentados en diferentes estados, a permitido que hoy el terrorismo sea considerado un fenómeno, que de la mano de la globalización, a conseguido traspasar las barreras de Defensa de los países que son considerados como objetivos. El uso de bombas de alto poder destructivo, aviones como misiles, coches bomba, magnicidios, control de territorios por parte de estos grupos en diferentes regiones del globo, financiamiento propio por diferentes vías, control de medios financieros internos e internacionales, acceso a armamento de alta tecnología (por lo que de alto costo), son algunas de las características que hoy en día posee el terrorismo, globalizado bajo la premisa de un terrorismo internacional.
  En Latinoamérica, en el Perú se a generado un rebrote de la actividad de Sendero Luminoso, lo que a significado en la zona del VRAE, la baja de personal militar, así como el derribo de helicópteros del Ejército peruano. Sendero Luminoso a logrado en el último tiempo, cuestionar la operatividad y eficacia del sistema de Defensa peruano al poner en evidencia la falta de estrategias gubernamentales para afrontar estas acciones por parte de grupos privados armados, financiados, en este caso, por el narcotráfico y por otras actividades ilícitas asociadas. La imposibilidad del Estado peruano de neutralizar una amenaza, que ya no es de Seguridad sino que de Defensa, es uno de los indicadores que posteriormente son considerados a la hora de evaluar la eventualidad de encontrarnos con un denominado Estado Fallido.
  Es necesario, sin embargo, hacer una observación a la situación de Sendero Luminoso y las FARC, si bien pueden considerarse o estar dentro de una categorización de terrorismo, por la similitud de su composición como de su actuar, no es menos cierto que estos grupos podrían estar mejor catalogados bajo parámetros de guerras civiles no declaradas o en etapa larvaria. Como señalamos anteriormente, los grupos terroristas actuales, y principalmente los que han actuado en Estados Unidos y Europa, no buscan la toma del poder sino que dar golpes a culturas o concepciones que representan la actual cosmovisión de lo que se entiende por Occidente. Son ataques al Estado y a los gobiernos que los encabezan, por lo que situaciones como las que se viven en Perú o Colombia, no son análogas de las que se viven en Irak o Afganistán, sobre todo tomando en consideración que las tropas de este lado del mundo en esos países, son simplemente tropas de ocupación foráneas, y de ahí otra razón de su brutal fracaso.
  Si el Estado chileno y particularmente su Gobierno, pretende aplicar la Ley Antiterrorista, debe asumir la categorización bajo los parámetros internacionales en los cuales se mueve el concepto de terrorismo. La situación que se vive en el sur de Chile no es comparable absolutamente en ninguna característica con la situación del denominado terrorismo internacional. Tratar de disfrazar con ropajes de terrorismo algo que a todas luces es un conflicto social, no entre mapuches buenos y malos como se a pretendido mostrar, sino de sectores sociales pauperizados y reprimidos desde el Estado, conlleva que este mismo Estado que acusa deba asumir también que se le denomine como un Estado Fallido. No es compatible señalar que en la zona de la Araucanía prima el Estado de Derecho y que, paralelamente, existen grupos terroristas. Ya que el admitir que existe terrorismo, es señalar que el Estado chileno no tiene posibilidad de ejercer su soberanía en dichos territorios. Asumiendo la presencia de terrorismo, también el Gobierno chileno debe asumir que Chile es uno más de los Estados Fallidos.

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